En el libro escrito por el periodista francés Axel Gyldén, relata la historia que ningún idealista quiere escuchar: el “paraíso socialista” está gobernado -desde hace 55 años- por hombres que viven con lujos inimaginables para muchos líderes de países capitalistas.
Juan Reinaldo Sánchez, que hoy tiene 65 años, trabajó durante 17 en la seguridad personal de Castro. Pero se ganó la antipatía del jefe cuando pidió el pase a retiro.
Lo consideraron traidor, lo torturaron y lo enviaron a prisión, donde vivió en una minúscula celda infestada de cucarachas. En 2008 logró salir y emigró hacia los Estados Unidos.
En una entrevista con The Guardian, Gyldén adelantó algunos detalles impactantes. Por ejemplo, que el ex presidente cubano vive en la isla privada de Cayo Piedra, ubicada al sur de la Bahía Cochinos. Según la descripción de Sánchez, allí construyó un Jardín del Edén.
Para trasladarse hacia y desde el resto de Cuba utiliza un lujoso yate, el Aquarama II, construido con madera importada de Angola y cuatro motores obsequiados por Leonid Brezhnev, uno de los últimos presidentes de la Unión Soviética. Por tierra, suele trasladarse en un Mercedez-Benz.
Pero las propiedades de Castro no se limitan a esas. En La Habana tiene su propia mansión, que incluye un bungalow con puerto, un centro médico, cancha de baloncesto y hasta una pista para jugar a los bolos en la azotea.
Entre otras extravagancias, el ex mandatario se mueve siempre con una escolta de diez custodios. Dos de ellos deben tener su mismo tipo y factor sanguíneo, para ser potenciales donantes en caso de que lo necesite.
Además de fumar los mejores habanos cubanos, es un amante del whisky. Su preferido es el costoso Chivas Regal, importado de Escocia.
“Era como un dios. Yo me tragaba todas sus palabras, creía todo lo que decía, lo seguía a todas partes y habría muerto por él”. Así se sentía Sánchez y muchos de los que servían a Castro.
Pero luego se dio cuenta de que muchas cosas estaban mal. El líder sentía que “Cuba le pertenecía”.
“Era su amo a la manera de un terrateniente del siglo XIX. Para él, la riqueza era una un instrumento de poder, de supervivencia política y de protección personal”, dice. Y recordando cómo guardaba cientos de diamantes en una caja de cigarros Cohiba, agrega: “Por momentos, Fidel tenía la mentalidad de una pirata del Caribe”.
“Es la primera vez que habla alguien del círculo íntimo de Castro, alguien que fue parte del sistema y que fue un testigo directo de los eventos que describe. Esto modifica la imagen que tenemos de él. No sólo es que su estilo de vida se contradice con sus palabras, sino que se ponen en cuestión su psicología y sus motivaciones”, sintetiza el autor del libro.
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