La Plaza Murillo en la ciudad de La Paz ha sido el habitual escenario de las protestas ciudadanas durante gran parte de la historia de Bolivia.
Sin embargo, bajo el régimen cada vez más autoritario de Evo Morales ese espacio, antes de participación y deliberación, se va pareciendo a la Ciudad Prohibida en la antigua China imperial (y también en la actual comunista). Es decir, una zona donde se asienta el Poder y donde, por lo tanto, los ciudadanos de a pie no tienen permitido el libre acceso. Es la Plaza Prohibida.
De ahí en adelante, el gobierno evista le puso un férreo cerco policial a la Plaza, vedándola para los mismos indígenas en la IX Marcha; a los discapacitados, que fueron reprimidos de manera ignominiosa por pedir un bono; y ahora a un grupo de niños trabajadores que fueron brutalmente gasificados en la jornada de hoy.
El crimen de estos infantes y adolescentes fue preocuparse por algunos aspectos del proyecto de Código del Niño, y pedir una audiencia para dar a conocer sus observaciones.
Si estaban equivocados o mal informados, bastaba con recibirlos y evacuar sus dudas. O tal vez había que incorporarlos al diseño mismo del proyecto. Pero siempre el diálogo tendría que haber sido la respuesta.
Claro que Cristo decía: “dejad que los niños vengan a mí”, mientras que el falso mesías que está en el Palacio Quemado parece más bien haberles prohibido la entrada…
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